En 2013 un par de investigadores de Oxford publicaron un estudio titulado “El Futuro del empleo: Qué tan susceptibles son los trabajos a la computarización” pronosticaron que el 47% de los empleos eran susceptibles de desaparecer en los siguientes 15 o 20 años. Esto era una invitación a reflexionar sobre lo que estudiarían las generaciones nacidas en el siglo XXI, las que hoy se están educando. Esto obligaba a prospectar la vigencia de los conocimientos que se estaban enseñando en las escuelas, las habilidades que debían desarrollar las generaciones que se estaban educando, las demandas que tendrá el mercado laboral y las necesidades de la humanidad en las siguientes décadas.
Lo que hoy estamos viviendo, ya no es una invitación a la reflexión, es una demanda a no postergar las acciones que permitan que la educación de las personas sea la adecuada para garantizar el desarrollo sostenible de la humanidad. No sólo serán necesarias las habilidades duras, académicas y de conocimiento, sino también las suaves o sociales; y para ello se requiere un sistema educativo ad hoc, que articule a las autoridades gubernamentales, dueños de escuelas, maestros, padres de familia, todos asumiendo su tramo de responsabilidad en la formación de los trabajadores que requiere el mundo del futuro inmediato.
¿El sistema educativo vigente está preparado?
La pandemia ha presentado grandes retos y cuestionamientos para el sistema de educación, con características diferenciadas en cada nivel educativo. La infraestructura educativa digital y los habilidades digitales de los maestros han permanecido en un proceso de mejora cuesta arriba, el involucramiento de los padres de familia en la educación de sus hijos se ha puesto a prueba, se han cuestionado los precios de la educación privada, se ha probado si los alumnos tienen los hábitos necesarios para ser autodidactas, se ha cuestionado el valor de lo que se enseña a los alumnos; todo ha sido parte de un proceso hacia una transformación que ya es irreversible, y que nos conviene a toda la sociedad que madure pronto.
El COVID fue un despertador para la educación, y después de 1 año ha quedado demostrado que la educación no puede dejarse hipotecada en la tecnología, pero tampoco se puede educar a las generaciones del siglo XXI sin ella. El siguiente paso del proceso es encontrar el balance adecuado de todos los factores que intervienen en la educación de los más jóvenes de la humanidad, no en función de lo más eficiente y eficaz, sino de la formación que necesitan para hacerse responsables del mundo en las próximas décadas. Esta es la parte más retadora, definir el balance adecuado.
Roberto Galíndez Gallegos
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