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Síndrome de «esqueísmo»: cuando las excusas dominan tu mente…

ACADEMIA MEXICANA DE PSIQUIATRÍA Y PSICOANÁLISIS.
CONSEJO DOCTORAL Y ÉTICA.
Trabajo valorado académicamente.
28 de Febrero de 2022
«Síndrome de «esqueísmo»: cuando las excusas dominan tu mente…»
Autor: Don Francisco del Cueto y Dondé
Marino Militar Capitán de Fragata Francisco del Cueto y Dondé
Academia Militar Naval de Colbert, Indiana, pre Westpoint.
Doctor Honoris Causa
Académico de número
Catedrático, investigador y escritor, en psiquiatría y psicoanálisis en favor de las
mujeres y niños.
Maestría en Mercadología y Psicología
Universidad Getulio Vargas, Brasil
Maestría en Deontología de la Comunicación.
Universidad de Navarra, España.
Posgrado en Teología y Ética
Pontificia Academia Eclesiástica
Estado Vaticano
Claricognosciente. (Único Mexicano)
Consultor en inteligencia naval en temas de grupos organizados y perfilador de
TRIPODE no integrados.

 

Síndrome de «esqueísmo»: cuando las excusas dominan tu mente…

Con las invaluables aportaciones de las psicoanalistas Teresa Terol, española, y Alejandra Rivas, mexicana, investigación adicional, recopilación, selección, redacción, edición y estilo.

¡EXCUSAS Y MENTIRAS SON ESQUEÍSMO, UN PASO A LA MITOMANÍA!

«La diferencia entre aquellas personas que tienen una vida aceptable y aquellas que tienen una vida excelente no es la ausencia de miedo, sino la ausencia de excusas.»

Cuando las excusas de tu parte emocional vencen a tu parte racional estás cayendo en las garras del «esqueísmo».

Esqueísmo: Dícese de la tendencia humana a buscar justificaciones (excusas) a su conducta tóxica en lugar de buscar soluciones o aprendizajes.  La definición de este concepto es obra de una gran amiga y colega psicóloga psicoanalista, española valenciana, Teresa Terol, y aunque el «síndrome del esqueísmo» no exista en los manuales diagnósticos oficiales, Tere asegura que lo ha inventado porque «etiquetar las cosas, incluyendo las actitudes, las hace tangibles, ayuda a generar conciencia y nos facilita tomar las riendas».

Enhorabuena, esta como yo cuando invente «respeto» en sustitución de «amor», por la misma razón; «etiquetar las cosas, incluyendo las actitudes, las hace tangibles», «TANGIBLES» es el término clave en ambos casos.

El problema del «esqueísmo» o de esa sucesión de «es que…», «es que…» y «es que…», que nos impide actuar y nos aleja de ser quienes queremos ser, es que tal como explica la doctora Terol, damos una veracidad y una credibilidad a todo lo que nace de nuestra mente basada en la supuesta autenticidad, es decir, le creemos a nuestra voz interna, a la voz de nuestros pensamientos porque pensamos que somos realmente nosotros los que hablamos.

Pero en realidad nuestra mente no funciona exactamente de esta manera, según revela la psicóloga. «Tenemos pensamientos constantes. Cada tres segundos pueden llegar a nuestra mente cientos de pensamientos. Y ni todos son racionales ni todos tienen valor, ni todos son verídicos ni reales. Por tanto lo que tenemos que hacer es desmontarlos, no justificarlos. Tenemos que analizar qué es lo que hay detrás de esos pensamientos», nos propone.

Pero esto implica llevar a cabo un trabajo de administración y de autoconocimiento, pues detrás de ese «síndrome del esqueísmo» está, ahora según yo , un fenómeno que se llama disonancia cognitiva.

Y esto lleva a que cuando tienes comportamientos tóxicos y entonces acudes a tu conciencia, de ello generas un malestar contigo mismo. Y eso no le gusta a tu conciencia, pues existe una incongruencia entre «lo que haces» y «lo que dices que quieres hacer».

Veámoslo con este ejemplo que propone la psicóloga: «Imagina que te levantas una mañana con el propósito de comer sano y ese día vas a comer con tus compañeros a un restaurante con bufet libre. Cuando llegas allí y ves la lasaña, las papas fritas y los pasteles del postre empiezas a pensar que vas a elegir lo que más se te antoje y empiezas a ponerte excusas: «es que total por un día», «es que es la primera vez que vengo y quiero probarlo», «es que todos agarran de todo y no voy a ser yo la rara»…

Por mi lado, tú parte emocional de la mente (la de las excusas y la que quiere hacer lo que le se le antoje) intenta convencer a la parte racional (tu ello) que es en realidad la que ya había tomado la decisión volitiva de comer sano.

De alguna manera esa parte emocional se convierte en una especie de niño interior que no para de recitar las excusas y llega un punto en el que, si la parte emocional convence a la racional, acabaremos haciendo lo que dice la emocional pues la conciencia no puede estar en disonancia, es decir, está programada para romper la llamada disonancia cognitiva y así la parte racional (la mente) convierte las excusas y las justificaciones en argumentos del tipo:

«Es verdad que un día es un día, es cierto que nunca he venido antes y es cierto que no quiero que piensen que soy rara por comer solo lo sano». ¿El resultado en el caso del bufet libre? Que te acabas creyendo tus propias excusas.

¿Es lo mismo «querer» que «desear»?

Y ahora viene la pregunta. Entonces, en el ejemplo anterior, ¿hemos hecho mal en hacer lo que queríamos? Y la psicóloga matiza que en realidad no hemos hecho lo que queríamos («comer sano») sino lo que más se nos antojaba («comer lasaña, papas fritas y pasteles», por ejemplo).

El matiz está en que podemos combatir esas excusas que parecen dominar nuestra mente y que, desde el punto de vista conductual la solución está en que para hacer «lo que quiero» y no «lo que me se me antoja» se requiere disciplina.

Pero lo habitual es que entendamos este concepto, el de disciplina, de una forma disciplinaría.

Incluso, tal como bromea la experta, nos viene a la mente sin querer la imagen de un profesor con una vara de madera golpeando la mano de un alumno cuando se equivoca. Pero lo cierto es que, según aclara Teresa Terol, la disciplina tiene que ver con el amor propio: «Disciplina es quererse, es la parte de nosotros que trabaja para cuidarse y para lograr lo que se pretende sin dejarse llevar por los impulsos inmediatos ni por lo que se nos antoja».

Para mi como estudioso del tema emocional, el deseo y la felicidad son incompatibles.  El deseo es esa parte cortoplacista que nos invita a hacer lo que se nos antoje , pero muchas veces eso que se nos antoja que es incompatible con lo que queremos y, además, solemos confundirlo.

Así, los «es que», los pensamientos boicoteadores y las excusas se agarran siempre a lo que se nos antoje y procuran convencer a la mente racional (conciencia) diciéndole cosas como «nunca hago lo que quiero», pero Tere insiste en la necesidad de no confundir lo que se nos antoja con lo que queremos.

Volvemos así a la disciplina entendida como amor propio, esa que nos permite proteger lo que amamos, lo que queremos, lo que quieres ser y en lo que te quieres convertir.

Por tanto, frente a la amenaza del «síndrome del esqueísmo» tenemos dos opciones, según yo y te explico. Una cosa es aceptar que lo que estamos haciendo es ponernos excusas para no hacer lo que realmente queremos y aprender de ello. Esto es doloroso a corto plazo pero beneficioso en el largo plazo.

Y la otra es dejarnos llevar por el «esqueísmo» poniendo excusas que nos eliminen el malestar y que nos hagan creernos nuestras propias mentiras para sentirnos mejor en el corto plazo, con nosotros mismos o frente a otros. «¿Qué opción crees que te hará feliz?», te pregunto…

Se conoce como excusa al acto y resultado de excusar (es decir, enumerar razones para obtener dinero de alguien o de causas para despojarse de eventuales culpas, no tener ganas de hacer algo, liberar a alguien de una obligación o responsabilidad, cancelar encuentros, ignorar por un tiempo a alguien, impedir que algo perjudicial se concrete).

¿Qué quiere decir la excusa agrava la falta?

Significa que todo aquel que se disculpa de una falta, sin que nadie la haya pedido, tales disculpas le están señalando como autor de la falta. En español se podría traducir por las expresiones ‘quien se excusa, se acusa’, ‘disculpa no pedida, culpa manifiesta’, o ‘explicación no pedida, acusación manifestada’.

Porque al final del camino, la excusa es el ancho de la mentira. O te mientes a ti misma o le mientes a otra u otras personas.

Tanta energía puede consumir que a la mente no le resulta difícil producir más y más excusas. Aunque tampoco es gratis. La doctora Noemi Suriol explica que la mente puede engañar a la conciencia, pero lo tiene difícil para engañar al cuerpo. «Al cuerpo no se le puede engañar, y el cuerpo no engaña.

Cuando mentimos, se producen una serie de reacciones fisiológicas más o menos sutiles que van acumulándose por el hábito. Pequeñas contracciones musculares o cambios en la presión, entre otras, pueden ser identificadas por personas entrenadas en la observación o por personas intuitivas.

Cuando mentimos, el cuerpo manifiesta esta discrepancia. Para la salud integral de las personas, la verdad es saludable. Acercarse a la verdad (objetiva) es un esfuerzo que provoca salud. El hábito de buscar excusas o pretextos está muy arraigado en la mente humana y busca la seguridad del individuo.

Hay que hacer un esfuerzo para ser congruente y un atajo son las excusas y los pretextos, que son unas cate­gorías sutiles de la mentira, yo opino que la frontera entre el «esqueísmo» y la mitomanía es mínima. Las pequeñas mentiras cotidianas pueden hacer la vida cotidiana aparen­temente un poco más soportable, pero es un camino engañoso.

En este trabajo les agrego un breve análisis filosófico de algunos aspectos centrales de las emociones, mi especialidad.

A continuación reconstruiré brevemente la discusión filosófica acerca de las emociones. Reitero que el objetivo central de este trabajo, ósea mostrar que los diferentes fundamentos que se han esgrimido para justificar las excusas se reflejan, a su vez, en diferentes maneras de entender las emociones.

Por ello, sostendré que no hay un desacuerdo genuino entre las diferentes familias de teorías que pretenden justificar las excusas y que ambas por si solas son insuficientes para dar cuenta de las excusas emocionales tal como las entendemos en psicoanálisis.

¡Las excusas se usan para no confrontar la realidad!

La sociedad actual nos ha enseñado que todo tiene que ser rápido, entonces crecemos con la idea de que las cosas lentas son una pérdida de tiempo y hemos dejado de pensar en nosotros, lo cual ha fomentado que utilicemos las excusas, confirma la psicoanalista Alejandra Rivas,

especialista de la Clínica de Asistencia a Pacientes de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM), y detalla que cuando las personas empiecen a pensar en ellas y a conocerse más, se reducirá el uso de excusas,  porque se van a sentir más seguras y tranquilas con ellas mismas.

¡Las excusas se usan para no confrontar una realidad.!

4 formas en que autosaboteas tus metas

En psicoanálisis sabemos que la mayoría de las personas hacen uso de las excusas por diferentes razones:

1. Para no enfrentar algo que no quieren.

Si te invitan a algún lado y no quieres ir, se tiene la idea de que es poco cortés decir que no queremos, entonces, por lo general inventamos una excusa.

2. Esconder la verdad. Hemos crecido en una sociedad donde se debe decir la verdad de manera «adornada», es decir, no ser tan directos porque de lo contrario se puede lastimar a terceros.

3. Evitar confrontaciones.

No confrontar algo que puede causar un daño en nuestra imagen o una amistad.

4. Excusas internas. Estas las ponemos nosotros mismos en diferentes situaciones. Por ejemplo, cuando pensamos en bajar de peso y no lo hacemos y ponemos excusas porque estamos enfermos, etc. En otras palabras, se usan para evitar una realidad, para no sentirnos mal con nosotros mismos, tristes, no enojarnos.

Supera las excusas

La psicoanalista Alejandra Rivas detalla que para reducir las excusas, las personas deben detenerse un momento para pensar en las razones por las que dicen las excusas, para qué les sirven.

Lo más importante es por qué y para qué sirven las excusas, analizar qué pasaría si le digo al otro la verdad.

De esta forma se aprenderá a reconocer las situaciones en las que se pueden obviar las excusas y a decir la verdad.

Otra forma que las personas deben aprender es a decir las cosas o la verdad sin lastimar, así como comprender cuando alguien más nos diga esta verdad, es decir, se debe evitar ser insistente o necio.

Si vamos a hacer uso de las excusas, ser más conscientes de no lastimar a nadie ni a nosotros mismos,  concluye la especialista. Pero aquí no termina nuestro trabajo sobre la excusa, el tema como han visto es más serio de lo que se piensa. Esta mas que claro que estamos hablando de un problema psicológico.

Poner excusas: el incansable hábito que define a muchas personas 

La persona doctorada en el arte de las excusas recurre a ellas como mecanismo de defensa. Hacer uso del pretexto y de la justificación más estrambótica ante cada error o incompetencia, es un modo de disimular las inseguridades, de proteger el propio ego.

De verdad,  conozco a mucha, hay gente así, de la que está doctorada en poner excusas, personas que enhebran fabulosas justificaciones para cada descuido, tarea no realizada, fracaso, tropiezo o palabra incumplida, faltar a un compromiso, pedir dinero a otro, inclusive como herramienta de manipulación para obtener algún beneficio de alguna persona.

No les cuesta nada recurrir a floridos pretextos que, además de ser infantiles, demuestran una clara irresponsabilidad para con sus propias vidas.

Decía el célebre escritor francés Stendhal, que «quien se excusa, se acusa». Es una gran verdad, puesto que este tipo de comportamiento evidencia, por encima de todo, un tipo de autoengaño con el cual salvaguardar la propia autoestima o realidades más profundas que uno no quiere asumir, como por ejemplo, la indecisión, la inseguridad, la inmadurez o incluso el miedo.

Mi pan de cada día por los últimos años, así como todos hemos conocido o tenemos cerca a gente habituada a poner excusas casi con cada circunstancia. Ese sutil, pero llamativo arte, para eludir cualquier tipo de responsabilidad, agota y desgasta.

Algo así genera serios problemas a nivel laboral, familiar y sobre todo a nivel personal. Tener como pareja a una persona que hace de los pretextos sus escudos manipuladores para cada dificultad, problema o circunstancia puede ser sin duda muy dañino y tóxico.

 Comprender qué hay detrás de este tipo de personalidad nos será de gran ayuda.

No solo para poder manejarlas un poco mejor, sino también, para favorecer, en la medida que sea posible, adecuadas estrategias para que sean conscientes del efecto de su conducta.

«Una excusa es peor y más terrible que una mentira».

-Alexander Pope-

 Poner excusas: el arte de la mentira, de la procrastinación y el cerebro atrapado 

 El hábito de poner excusas se inicia en la infancia. 

Ya en la escuela podemos encontrarnos con más de un niño o una niña capaz de dar curiosos pretextos para justificar por qué no ha hecho los deberes.

Nadie les confronta y poco a poco, hacen de la excusa su modo de supervivencia.

Casi sin darse cuenta, se transforman en artesanos de la mentira, en grandes procrastinadores, de los que dejan para el año que viene lo que debían haber hecho ayer.

En su pequeño universo todo tiene su justificación y si el resto no las entiende, no dudan en recurrir al enfado y al reproche, al «es que no confías en mí», «es que nunca me crees».

Ahora bien, es necesario comprender un pequeño aspecto de quien está doctorado en el arte de poner excusas: no son personas felices. No son ni mucho menos, perfiles que se sientan bien consigo mismos. Quien recurre al pretexto lo hace cuando se siente amenazado, cuando se pone en tela de juicio su competencia, cuando sale a la luz su error, su descuido, su comportamiento errático. La excusa es un mecanismo de defensa, un resorte que sirve de escudo para encubrir debilidades e incoherencias.

Las excusas que «enferman» y limitan

 Las excusas arrinconan al cerebro en el sótano del miedo.

Así, quien recurre a ellas casi para cada circunstancia está limitando su crecimiento, la responsabilidad con su vida y su propio potencial humano. Porque el hábito de las excusas es como un virus que enferma a la persona poniendo cadenas al cambio, a la obligación de ocuparse de sí misma de forma madura.

«No pude acabar el informe porque mi ordenador se infectó con un troyano», «no fui a la entrevista de trabajo porque el transporte tuvo una avería y no pude llegar»,«sé que te dije que iría contigo pero es que ahora tengo que ayudar a mis padres»…

Tras estos y otros pretextos igual de de falsos se halla algo más que la falta de honestidad. Es el miedo a afrontar ciertas realidades de las que uno debería ocuparse por su propio bienestar, dignidad y felicidad.

 Poner excusas ¿por qué lo hacen?

«Poner excusas es el camino más fácil ante cualquier situación comprometida.»

Si se nos ha olvidado un encuentro o cita importantes siempre es mejor echar la culpa a la providencia, a esa avería del coche, a esa enfermedad repentina que nos tiene en cama.

Veamos no obstante, qué dimensiones trazan en concreto este comportamiento:

  • Mejor posponer que afrontar (la procrastinación como mecanismo de defensa). Si algo nos exige mucho, si nos va a poner a prueba, mejor dejarlo para mañana. Antes de hacer frente a lo eso que nos hace sentirnos inseguros, lo más acertado para estas personas es posponerlo tanto como sea posible (y creíble).
  • La seguridad y la comodidad antes que cualquier cosa (el factor miedo). La persona habituada a poner excusas no solo vive, sino que hiberna en su zona de confort. Todo lo que hay más allá es secundario, además de amenazante.

¿Cómo ayudar a las personas para que acaben con el hábito de las excusas?

Como ya hemos podido entrever, las raíces del mal arte de poner excusas se hunden a menudo en el corazón del miedo o en la inseguridad de quien recurre al pretexto para salvaguardar su ego o su cómoda posición en la zona de confort. En ocasiones, claro está, una excusa no es más que una mentira, una estrategia ruin con la que esconder ciertas realidades.

Sea como sea, e incluso si somos nosotros mismos quienes recurrimos a veces a las excusas para no hacer los cambios que deberíamos, es adecuado tener en cuenta ciertas claves.

Reflexionar en los siguientes puntos pueden ser de ayuda en este tipo de situaciones.

Aspectos para desactivar excusas

  • Cada vez que detectemos que alguien nos dé una excusa es importante no dejarla pasar. Lo más recomendable es confrontar, obligar a quien tenemos delante a que sea sincero, en especial consigo mismo.
  • Hay que evidenciar de forma respetuosa que una excusa es una mentira, pero una mentira que la persona se dice a sí misma -> no he ido a esa entrevista porque he perdido el metro->No he ido a esa entrevista porque no sabría como manejar un nuevo rechazo.
  • Si las excusas son tus salvavidas, lánzate y aprende a nadar. Son muchas las personas que recurren a las justificaciones más imaginativas para no afrontar aquello que les da miedo y que postergan. Si alguien quiere ser respetado y sobre todo, sentirse bien consigo mismo, debe dejar a un lado las excusas y simplemente, actuar, afrontar, resolver, transformar…

 

Aunque es evidente que todos hemos hecho uso en más de una ocasión de las excusas, también sabemos lo que cuesta desprenderse totalmente de ellas.

Tengamos, por tanto, paciencia con aquellos que aún las usan e intentemos que las vayan dejando como quien suelta lastre, como quien se libera de una carga pesada.

excusa – pretexto, disculpa – justificación,

coartada – defensa descarte – escapatoria evasiva – exculpación satisfacción – mentira engaño

Y tú, ¿dices muchas excusas? ¡Di la verdad!

Escrito por Francisco del Cueto y Dondé

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Vian Vazquez

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